miércoles, 19 de septiembre de 2012

Reforma calderonista lastima dignidad de trabajadores mexicanos


La reforma laboral propuesta por Felipe Calderón a la Cámara de Diputados lastima la dignidad de los trabajadores mexicanos al ubicarlos, con las modalidades de contratación por hora y por día sugeridas, como simple material de desecho de las empresas, modelo que no abona a elevar la productividad que se busca entre la planta laboral ni mucho menos resuelve el déficit de más de cuatro millones de fuentes de trabajo que se perdieron durante la estancia del PAN en Los Pinos.

Contrario a las exigencias de más y mejores empleos que claman millones de ciudadanos en todo el país, la propuesta calderonista no sólo pretende relevar a los patrones de las obligaciones que debe tener con sus empleados, sino que, bajo el esquema de contratación temporal les niega a estos cualquier tipo de vínculo con la empresa y la oportunidad de reclamar las mínimas prestaciones que por ley debe recibir el trabajador a lo largo del año, como por ejemplo vacaciones y aguinaldo.

Peor aún, el texto enviado como iniciativa preferente por Calderón al Legislativo, que tiene la firme intención de acabar con los contratos de planta dentro de las empresas, incrementará no sólo la modalidad del pago por honorarios que miles de empresas realizan desde hace mucho tiempo, sino principalmente dará paso a la discrecionalidad y a los arreglos debajo del agua entre “empleador” y “empleado” que fomentarán prácticas de corrupción que ahondará la crisis financiera en la que se encuentra el Instituto Mexicano del Seguro Social.

La propuesta oficial de reforma laboral no aporta ninguna innovación a los esquemas de contratación vigente –algunos ilegales- que prevalecen en el mercado mexicano, como son los trabajos a destajo en domicilio que se promocionan en los principales diarios de circulación nacional, que no ofrecen ningún tipo de seguridad a sus empleados. Por el contrario, refuerza las desventajosas prácticas que se realizan a través de compañías outsourcing, por medio de las cuales se niega el derecho a los trabajadores a crear antigüedad o a recibir prestaciones de ley.

Si la liquidación de la Compañía de Luz y Fuerza demostró hasta dónde podía llegar el intervencionismo del gobierno calderonista en la vida y decisiones de los trabajadores mexicanos, con la propuesta laboral que los diputados ahora discuten cualquier empresa -del tipo y el tamaño que sea- podría sufrir una suerte similar, pues la propuesta faculta a la Secretaría del Trabajo a clausurar centros de trabajo “cuando exista peligro inminente para la vida o salud de los trabajadores”, preceptos que no están claramente especificados en la iniciativa oficial, lo que abre la puerta a futuras venganzas gubernamentales.

Frente a la propuesta que han hecho los partidos de izquierda, que entre otros puntos incluye fijar un salario mínimo capaz de satisfacer las necesidades básicas de las familias mexicanas, una jornada máxima de 40 horas para los trabajadores con un pago equivalente a 56 horas, que incentiva la estabilidad en el empleo, que posibilita que los trabajadores de menores ingresos tengan acceso a una vivienda de interés social, que hace obligatorio un seguro de desempleo hasta por seis meses, la propuesta de reforma laboral de Felipe Calderón resulta atentatoria de las conquistas laborales obtenidas en casi un siglo por los trabajadores por medio de los sindicatos.

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