Palacio Legislativo, 25
de septiembre de 2012
Durante la intervención de Fernando Belaunzarán Méndez, para
presentar iniciativa con proyecto de reformas que adiciona diversas
disposiciones de la constitución política de los estados unidos mexicanos, el diputado
expresó:
La silla del águila no volverá a ser lo que fue. Lo lamento por
los nostálgicos del viejo régimen, pero lo celebro por una sociedad plural,
activa, cada vez más crítica y participativa que no acepta que, de nuevo, una
sola voluntad suprema se imponga sobre todas las demás.
Si el camino del retorno está cerrado y además es un
despropósito planteárselo, lo que queda es construir un régimen democrático
funcional y de largo aliento que hoy, por desgracia, no tenemos. No minimizo
los avances logrados, sobre todo los de fines del siglo pasado que abrieron el
camino a la alternancia. Pero, ahora lo podemos decir sin sombra de duda, no
fueron suficientes.
Se han dado reformas, es verdad, algunas de ellas de importancia
sin duda, pero muy por debajo de lo que reclaman y merecen los ciudadanos.
Además, es notorio que el cálculo electoral, más que las necesidades del país,
determina en buena medida las políticas de los partidos y también, hay que
decirlo, de los gobiernos, lo que hace que se privilegie el acuerdo coyuntural
y la conformación de mayorías efímeras en un marco de profundas desconfianzas.
Es cierto que no todo es rediseñar instituciones y mejorar
procedimientos, que es indispensable educar y generar cultura, pues una
democracia sólo puede ser tal si hay demócratas que la echen a andar.
Por supuesto que resulta fundamental, entre otras cosas,
reivindicar socialmente al diálogo, a la negociación, al acuerdo y por supuesto
también a la crítica, al disentir, al derecho a cuestionar en voz alta. Pero es
correcto que la estructura del régimen propicie y favorezca el predominio de
las formas y prácticas democráticas para que dicha cultura cristalice y también
para que se construya la gobernabilidad conforme a la realidad plural y diversa
que para bien tenemos y que también para bien tendrán las próximas
generaciones.
La iniciativa que les expondré contribuye decididamente a ello.
Como saben por la Gaceta, la iniciativa consiste en incorporar la segunda
vuelta electoral. Las minorías son esenciales en la democracia; deben ser
tomadas en cuenta e incluidas, reconocerles derechos y respetarles sus
derechos. Pero hay cosas que debe decidir la mayoría y una de ellas es quién va
a ser presidente de la República, quién va a gobernar al país.
Tendremos nuevamente un gobierno de minoría. El candidato del
tercio mayor será presidente de las otras dos terceras partes sin la obligación
siquiera de construir mayoría en el Congreso; 58 por ciento de los diputados y
el 60 por ciento de los senadores seremos de oposición, con el respaldo del 38
por ciento de los electores y sólo del 23 por ciento de los ciudadanos
empadronados, sin control de las cámaras y con las facultades
metaconstitucionales atrofiadas es un escenario poco prometedor, algo que de
alguna manera vivieron los gobiernos de la alternancia y que explica sólo en
parte su déficit de resultados.
Un presidente con mayoría absoluta de los votos tiene un mayor
margen de maniobra, no sólo por este número de sufragios, sino también por las
alianzas que necesita hacer para obtenerlos y que de alguna manera anuncian
cogobierno y corresponsabilidad.
No es obligación, pero lo favorece, contribuye a la estabilidad
y puede servir a romper la dinámica compleja de tercios que se frenan sin
suprimir o rebajar la pluralidad. No basta, es cierto, la segunda vuelta, pero
ayuda.
Antes de visualizarla en relación con otras reformas, también
necesarias, permítanme exponer sus partes esenciales. Como pueden ver, la
propuesta consiste en modificar cinco artículos constitucionales, el 41, el 81,
el 82, el 84 y el 99. Las modificaciones al 41 consisten en garantizar acceso a
radio y televisión en la segunda vuelta, establecer la campaña de un día
después de calificada la primera elección hasta tres días antes de la segunda,
que sería el último domingo de agosto y la obligación del IFE para organizarla.
En el 81 se propone establecer que será presidente de México
quien obtenga la mayoría absoluta de los votos, es decir, el 50 por ciento más
uno. Si eso se obtiene la primera vuelta, el caso está resuelto, pero en caso
contrario el IFE emitiría la convocatoria para realizar la segunda vuelta en
agosto, en la cual sólo podrán participar los dos candidatos más votados.
Ahí mismo se establece que tanto la primera como la segunda
vuelta podrán ser impugnados ante la Sala Superior del Tribunal Electoral del
Poder Judicial de la Federación en los términos y plazos que señale la ley, que
por supuesto deberán ser revisados y modificados en el Cofipe.
En el 82 es ponerlo en consonancia con el anterior, pues habla
de los requisitos para ser presidente. En el 84 se hace la modificación sobre
la convocatoria que debe expedir el Congreso especificando que es a la primera
vuelta y en el 99 ratificar la competencia de la Sala Superior del Tribunal,
tanto en la primera como en la segunda vuelta, tanto para resolver
impugnaciones como para realizar el cómputo final de ambas.
Se establece en un transitorio la obligación del Congreso mexicano
para hacer las adecuaciones al Cofipe que correspondan, en el plazo de un año a
partir de su publicación.
Ésta es una reforma que invita a la visión de Estado. El peor
oficio para un político es el de profeta. Muchas cosas pueden ocurrir en seis
años y por lo tanto no tiene dedicatoria, busca que quien llegue, sea del color
que sea, lo haga en mejores condiciones para tener un gobierno exitoso con
estabilidad y gobernabilidad democrática.
Es verdad que en una segunda vuelta se obliga a los
participantes a acordar con otras fuerzas y a comprometerse con políticas,
proyectos y programas de otras agendas distintas a las propias, sí, pero eso es
parte esencial de la democracia, aquello que la hace viable, porque el voto, si
bien es su elemento emblemático, lo que la hace caminar es el diálogo entre los
diferentes.
Ahora bien, la segunda vuelta es necesaria pero insuficiente, es
correcto que en un régimen presidencial quien encabece el Poder Ejecutivo tenga
el respaldo de al menos la mitad mas uno de los electores, la mayoría de
los que ejerzan su voto, pero eso también lo es en un régimen
semipresidencialista, que es a donde pienso nos debemos dirigir como un
tránsito que espero y hago votos que llegue finalmente al parlamentarismo.
Con independencia de que se comparta conmigo ese punto de
llegada, es mi utopía democrática la que comparto con muchos otros, lo cierto
es que no se puede negar que el presidencialismo mexicano está agotado. Los
síntomas del desahucio están por todas partes y es necesario revitalizar al
régimen con mecanismos parlamentarios, esto es darle más competencia y
corresponsabilidad al Congreso con el rumbo del país.
La construcción de mayorías se incentiva con la segunda vuelta,
pero si queremos darle una base más sólida y firme deberíamos pensar en la
posibilidad de conformar gobiernos de coalición, y cuando digo esto no estoy
pensando en el sexenio que está por comenzar; estoy visualizando una democracia
sustentable, funcional y de resultados para las próximas generaciones, que no
esté a merced del vicio o a la virtud del presidente en turno, sino que haga de
la construcción de un país mejor, una tarea colectiva y entusiasta de miles y
miles de ciudadanos.
Por su puesto que la segunda vuelta fortalecería al Poder
Ejecutivo, pero no le regresaría sus atributos imperiales del pasado. México es
mucha pluralidad para un solo hombre, así sea excepcional. La democracia se
construye entre iguales.
Sostengo que volver al viejo régimen es tan imposible como
indeseable. Quedarse como estamos sería igualmente nefasto, pero eso sí se
puede hacer, basta con no hacer nada. La alternativa es construir un sistema
con gobernabilidad democrática, hacer reformas que nos permitan recuperar la
ruta extraviada de la transición. Ni retorno ni estancamiento. Les propongo
cambio de régimen.
Disculpen, es que en el tiempo efectivamente dieron 5 minutos,
pero por reglamento tengo 10 por ser reforma constitucional. Ya acabé, no se
preocupen, pero quería aprovechar efectivamente, porque no he agotado los 10
minutos, simplemente decir que me hubiera gustado que ésta y otras iniciativas
dialogarlas, discutirlas con alguien de la colegisladora, alguien a quien
respeto mucho o respetaba mucho o respeto mucho a pesar de que haya fallecido
lamentablemente en estas horas.
Me hubiera gustado mucho discutir esta iniciativa y otras, hacer
causa común o debatir o discrepar, como se hace en la democracia, con Alonso
Lujambio. La lucha que dio también por su vida en estos últimos años, creo que
es un ejemplo para todos nosotros. Por supuesto, que es un humanista, un
demócrata.
Cuento con que va ha haber un minuto de silencio, pero no quería
desperdiciar la oportunidad de darle el pésame a sus familiares y amigos.
Gracias.
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